MANUEL RAMÍREZ
¿Hasta cuándo?


Hasta es ese no saberse cuándo y cómo se irá, porque hay quiénes lo están retirando desde el año sesentaitanto y quiénes no quisieran que se fuera nunca, es distinto Romero del resto de los toreros que, o se van cuando quieren porque ya no pueden, o no pueden quedarse porque no quieren los públicos que se queden, o van y vienen según pasen las tormentas de los fracasos y vuelvan a recobrarse los soles de sus antiguos triunfos, o ni necesitan irse ni volverse porque nadie les echa de menos cuando dicen el adiós, que en muchos es hasta luego, o cuando anuncian un retorno que, en muchos casos, no lo desean más que ellos mismos. Romero, que no se ha ido nunca, aunque, eso sí, como contado queda en esta biografía, cortara alguna temporada, tampoco sabe todavía, y ya van cuarenta cumplidas en los ruedos, y ya tiene sesenta años cumplidos en los almanaques, si se irá o no, si aguantará otro año más, u otros, o si, el día menos pensado para todos, y quizás hasta para él mismo, porque nadie es eterno, aunque su toreo lo parezca, diga que hasta aquí llegamos y de ahí no pasamos.

Ha repetido el faraón, muchísimas veces que no programará una despedida al uso. De esas de bombo y platillo, besos al albero y emociones de coleta cortada en medio de una plaza - ¿se imaginan eso en la Maestranza?- puesta en pie; también ha dicho, y muchísimas veces también, que se irá cuando vea que a un toro, a su toro -y ya sabe el romerismo cual es ese toro, aunque sólo se sepa a ciencias ciertas cual es cuando lo está cuajando- no le puede hacer lo que él crea que puede hacerle, no entrando en este concurso aquellos toros que se quita de enmedio porque, si así fuere, ya estaría en su casa, sin el ajetreo de cada tarde, desde hacía mucho tiempo.

*Hay en este seguir estando una complicidad entre el torero -guiñando sus adioses sin decirlos nunca, aunque es de imaginar que los haya pensado muchas veces en tardes negras- y el público. Complicidad que se resume en una frase que me dijo allá por el noventa y dos -con lo lejano que queda ya el noventa y dos...-: "Influye la afición. La afición y la ilusión, que tengo las mismas de siempre. Y siempre espero un toro así (se refería el torero al "Soneto" que bordara en Las Ventas ese mismo año). Y, como parece que la gente también me espera, pues esperamos juntos".

*Esperar juntos. Sin torero no hay partidarios y sin partidarios no hay torero. El adiós llega por cansancio de uno u otro, o de los dos; por desafecto entre uno y otro; porque se terminó el fervor de los unos al otro; porque el torero dejó de pensar en el toro o en su público o éste dejó de pensar en el torero. Puede haber currorromerismo sin Romero -el vivir de los recuerdos, el morirse de la pena si algún día se va del toro como decía por bulerías Turronero-, pero sería imposible Romero sin currorromerismo. El hasta cuándo sólo tiene, por el momento, una fecha: hasta que algún día tenga que ser. Y puede que ese día nos enteremos cuando ya se haya ido...
Manuel Ramírez
ABC
Curro Romero, un torero de leyenda



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