Confieso. Yo confieso que nunca hasta el año 1.999 había comprendido lo que era el sentimiento
"currista"; desde que me dedico a esto de informar sobre la Fiesta, siempre tuve alrededor el
peso de la persona, mejor, de la personalidad de D. Francisco Romero López. De los mayores,
yo apenas contaba veinte años, escuchaba maravillas y prodigios dificiles de creer, aunque para eso estaban los libros que daban buen testimonio de ello, eran fechas lejanas (por lo
menos para mi), faenas de ensueño (que por cierto es imposible que todos los que las cuentan
estuvieran en La Maestranza, simplemente porque es mentira, no cabrían), toros lidiados como
"Dios manda", romero en el albero, "Puerta del Principe"... leyenda.
De esa leyenda, yo solo conocí y vi torear al mito, a ese mito de chufla de los supuestos aficionados que sólo con "hacer el paseillo" se conformaban, de los que faltaban al respeto
al matador de toros más importante de nuestro tiempo, de los del papel higiénico, de los
que nunca iban a los toros, sólo en la Feria y a ver a Curro Romero, y que tenían la osadía
de proclamarse "curristas" equiparándose a los auténticos, santo y seña de los buenos aficionados, cuanta osadia e ignorancia.
En mis informaciones hacia una correcta labor de crítica taurina, lejos de la pasión, desde la
más absoluta independencia que me daba el no poder ser currista, simplemente, lo confieso,
porque nunca había visto "torear" a Curro, si había bajonazo, lo había y si el maestro le quitaba
las moscas al toro, se las estaba quitando y punto. Muchos eran los que esperando una aseveración a la pregunta me interpelaban: ¿Qué escribes de toros, serás currista? Confieso que respondía que
no. A mi interlocutor rápidamente se le notaba en el rostro la decepción tras mi respuesta,
en veinte segundos acababa de pasar de héroe a villano.
En alguna tertulia radiofónica sé que mis intervenciones fueron tachadas de "anticurristas", por
ver las cosas con la imparcialidad de mi edad y conociniento taurino personal, no por ser de
los borregos y pésimos aficionados (¿)que de mi edad y aún más jovenes se autoproclamaban
"curristas" y seguidores del Faraón de Camas, cuando es seguro que lo habían visto en escasas
ocasiones y claro está en los últimos quince años, lejos del Curro de sus padres o abuelos.
Hace unos pocos años intuí en la plaza de toros de La Algaba, lo que era Curro Romero, era tan sólo un festival, pero aquel día el Maestro estaba con sus capa y su muleta diciéndome muchas
cosas.
Aquel recuerdo en aquella tarde nublada algabeña se me quedó grabado en la mente, pero no sería hasta el año pasado cuando compartiendo mesa de tertulia con el propio Curro, y en su peña, casi ná, pude sentir la "divina presencia", el halo que le rodea, el que Curro sea Curro, pero sea a
la vez Romero, único, el único, el inimitable.
Llegó el Sábado diecisiete de Abril de 1999 y tuve la suerte de poder estar presente en la Maestranza y ver al verdadero Curro Romero, de poder sentir lo que intuí aquel dia en La Algaba,
de poder comprender a aquel hombre que compartió tertulia conmigo, de poder entender lo que es sentimiento, de lo que es ser currista, lo confieso.
Aquel toreo sublime me emocionó, lo sentí muy dentro, disfruté de cada pase, de su capotito, de
su muleta, de ... Curro Romero.
Me confieso Maestro de no ceer lo que me decían, y hoy Sábado diecisiete de Abril de 1999 cual
apóstol Tomás he metido la mano en la llaga y he creído. Verdaderamente el Maestro "está entre
nosotros" vayamos a contarlo al mundo, para que todos lo sepan... y haber si algunos aprenden.
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