CURRO ROMERO
MANO A MANO CON CURRO ROMERO

El más veterano de los toreros no es un matador normal. El FARAÓN DE CAMAS es un mito que está más allá de su edad, sus fracasos y sus contadas tardes de gloria. Tiene 64 años y le alerta una sóla preocupación: Que no le coja la trampa de la velocidad.

"YO SIEMPRE ESTOY BUSCANDO LA MAGIA, PERO LA MAGIA SÓLO SALE CUANDO QUIERE"

Hay quien prefiere la leyenda al dato, la mancha a lo claro, lo lento a lo práctico, el instinto al seso, la pasión al sentido y sentir a existir. Ésta puede parecer una elección voluntaria, pero en esa pulsión hacia lo raro no participan el capricho ni las circunstancias: se nace o no se nace con ella. Por eso Curro Romero no es capaz de recordar la fecha en la que se echó a vivir contra corriente. Cuando decidió ser un tarro de esencias en medio de un mundo medido por las apariencias. Su condena y su grandeza, a lo largo de sus 64 años, ha sido tratar de explicar a la gente que ése era su sino.
A las naturalezas hechas con esa fibra hay que darles de comer aparte y ellas mismas saben que han sido sentenciadas a convertirse en un mito o en un maldito. Que van a ser alternativamente amadas y odiadas sin llegar a catar por un instante el término medio. No es ése el sitio del Faraón de Camas, ni lo ha sido a lo largo de los 44 años que lleva como matador de toros, más que ninguno de los que sigue en activo. En ese tiempo ha conocido la veneración que los beatos le profesan a los santos y el desprecio baboso con el que lanzan almohadillas desde el tendido los iconoclastas más crueles.
Curro ha sido acompañado codo con codo al cuartelillo por negarse a matar un toro, en tardes en las que habría preferido cambiarse por el animal muerto antes de escuchar aquella lluvia de insultos desde el centro culpable de la arena. Pero también sus oídos han escuchado cómo los flamencos más puros le cantaban "al arte y la majestad" del rey de los toreros, ha puesto plazas enteras boca abajo, borrachas de ovaciones, y ha toreado con una lentitud que muchos confunden con la esencia de este arte. Quienes así piensan, aseguran que el día que él falte se acabará el toreo.
Con esa tendencia motriz hacia el todo o nada, Curro ha conseguido, al fin, dividir al género humano en dos: en el mundo existen curristas y no curristas. Los primeros han entendido esa lógica interna que encierra todo lo irracional y, con la misma falta de mesura con la que Curro abre de vez en cuando su tarro, ellos le adoran igual que a un tótem, saben esperar y disculparle los malos ratos y asignan a su nombre poderes divinos. El delirio. Para ellos, seguir a Curro es, más que un acto de fe, una filosofía de vida. Los segundos sacan la calculadora, extraen la media aritmética y no le perdonan el precio de tantas tardes en las que salieron de la plaza con sensaciones de atraco. Para éstos, hay estafa y exageración. Para aquéllos, misterio, duende, mito. En medio hay un hombre que habla desde la raíz:
-Yo siempre busco la magia, pero la magia sólo sale cuando quiere.




"ME CANSA SALUDAR A TANTA GENTE, QUE ME PRESENTEN A TANTOS EXTRAÑOS. A MI EDAD..."

En persona Francisco Romero López no traiciona a su leyenda, y tanto su rostro de esfinge como las maneras rotundas con las que se desenvuelve, recuerdan más a un faraón que a un hombre corriente. Él no lo es. En un mundo donde cada gesto conlleva una liturgia, Curro cruza el hall del hotel camino de la plaza de Algeciras con cierto aire desafiante, las piernas abiertas y un pitillo muy chulo entre los labios. A la vuelta llega resoplando, con el traje manchado por la sangre fresca del par de animales muertos y la mirada ago perdida, como regresando de otro mundo. También hay miedo en su cara cuando el fotógrafo se pone a un palmo de su nariz y empieza a disparar la cámara. ¿Son aún los rescoldos del pánico que traía de la plaza, o en realidad teme a ese objetivo que se está acercando demasiado a lo negro de sus ojos, al misterio insondable que esconde el tarro de sus esencias?

Curro apenas concede entrevistas, detesta ser fotografiado y le irrita particularmente verse en los papeles. Por eso se presta a regañadientes a la sesión fotográfica y, nada más recibir el calor de los flases, suelta con voz angustiada: "Si me diesen tres millones por hacer esto, no lo hacía". Luego, mientras él se ducha en su habitación, su compañera, Carmen Tello, confirma la medida de su rareza: "Cuando veníamos en el coche, me ha dicho que le ponía más nervioso la entrevista que los dos toros que tenía que matar". Tampoco hablan mucho los libros de la historia de faraones interesados en promocionarse.
A su pesar, este año le está tocando torear con gente extraña en salones alejados de las plazas: le han entregado la Medalla de Oro de Andalucía y el mismo rey Juan Carlos le colgó del cuello la Medalla de las Artes. Y allí estaba Curro, tan ajeno al momento como ahora, cuando una docena de seguidores viene a adorarle después de la corrida. Una emisora de radio ha efectuado unn sorteo y la ganadora, una chica de 16 años, tenía que elegir entre un coche y un traje de luces firmado por Curro Romero. Eligió el traje y, mientras él se lo firma, su padre acerca a su hermana pequeña para que él le toque la frente. Otro aficionado le ruega que cuando pase por Cádiz bendiga su cas con su presencia. El sonríe de lado a ldo y claudica:
-Claro que sí, hombre, tiempo habrá.


"EL FERVOR QUE SIENTEN HACIA MÍ LOS CURRISTAS ES EL QUE YO SENTÍA HACIA CAMARÓN"

-¿Es un coñazo ser mito?
-Yo es que eso del mito no acabo de encajarlo. Que a mi edad la gente tenga ganas de verme torear igual que de joven me parece lo más hermoso que le puede pasar a un torero, pero con un poquito más de calma, ¿no? A mí me cansa saludar a tanta gente, que me presenten a tantos extraños, a mi edad...No sé. Yo preferiría vivir escondido, y ya he estado así durante 18 años, perdido en una montaña. Sé que hay que vivir y relacionarse con la gente, pero la popularidad me pone malo.

-¿Pero entiende ese fervor? ¿Curro Romero sería currista?
-Sí que lo entiendo, porque yo sentía lo mismo hacia Camarón de la Isla. Por eso él y yo éramos como hermanos. Pero cuidado, yo era un loco de Camarón en silencio. Yo no le daba la lata, ni estaba todo el día encima, pero le comprendía y sabía esperar cuando tenía problemas. El también era un loco de mi toreo y a veces nos reuníamos a escondidas. Por eso entiendo que la gente haga locuras por verme torear, porque yo las hice por escucharle a él.

-¿Qué busca esa gente?
-A mí me adoran porque les doy una cosa que están buscando, que es el arte de torear, y estoy a Dios muy agradecido por haber nacido con este don, modestia aparte. Si la gente anda buscando una cosa y saben que tú se la das de cuando en cuando, entonces te siguen a donde vayas y saben esperar.

-¿Por qué tan de cuando en cuando?
-Porque el toreo, como todas las artes, es así, sale de cuando en cuando. Y afortunadamente es así, porque esto a diario no se puede dar. No sería arte.

-¿Y esa frecuencia con la que sale le deja satisfecho?
-Hombre, el público paga por entrar en la plaza y por ellos es por quienes lo paso peor cuando las cosas no salen. Yo voy buscando ese toro que me embista y ya quisiera que me embistiese más a menudo. ¡Cómo no, si el primero que goza en esos ratos soy yo!

-¿Cómo son esos ratos?
-Cuando te salen las cosas estás sedoso con el toro, tienes armonía con él y vas como volando. Por esos ratos merece la pena seguir, eso es una maravilla, de verdad.

-Esta primavera, por ejemplo, usted tuvo uno de esos ratos en la Feria de Sevilla. ¿Se goza más de esos momentos ahora que cuando era más joven?
-Yo pienso que sí, noto que los vivo con más profundidad, que matizo mucho más las cosas y lo hago todo con más sentido, más despacio, preocupándome mucho de que aquello sea sedoso, como de acariciar por allí un poquito...

-¿Eso lo dan los años?
-Supongo que sí. A estas alturas tiene uno ya la cabeza en su sitio y está donde tiene que estar. Cuando era más joven andaba en demasiadas cosas y a veces cometí algunas locuras. Yo ahora estoy muy concentrado en esto. Tampoco voy a dar la lata con la edad, porque sé que mis facultades no son las de un chaval de 25 años, pero tengo otras cosas y me encuentro bien para seguir.

-¿Seguir para qué, por qué?
-Porque lo necesito, porque en la plaza me vacío. Yo toreo por placer y no soy un matador que haya querido seguir tantos años por ningún empeño ni buscando ningún record. Lo que pasa es que sobre la marcha la cosa ha ido así, pero mi mensaje es éste: sigo porque quiero ser feliz y hacer feliz a la gente. El público va a los toros con sus problemas y es maravilloso ese instante en el que se olvidan de sus asuntos porque tú has hecho algo que los ha transportado.



"EN LA VIDA Y EN LOS TOROS TIENE QUE HABER BORRONES. ME GUSTA LO IMPERFECTO"

-¿La mejor corrida de Curro Romero está por llegar?
-Siempre. Uno sueña con hacer unas cosas...Bueno, son sueños que, para qué hablar. Vamos a dejarlo ahí porque eso es un misterio también.

-¿Recibir la Medalla de las Artes sabe a culminación de una carrera?
Es muy bonito porque además significa el reconocimiento oficial del toreo como un arte, pero yo el mejor premio que tengo es que la gente me siga esperando. Que si no es una tarde, es otra, o dentro de 10, que yo he tenido muchas tardes malas, pero que son necesarias para que luego salga lo que sale. En la vida y en los toros es necesario que haya borrones. Incluso en las faenas buenas me gusta que de pronto haya algo que no sea la perfección.

-¿Qué pasa por su cabeza esas tardes malas?
-Lo más triste. Cuando las cosas no se dan, lo mejor es acabar cuanto antes y ser breve. La brevedad es buena cuando uno no es capaz de dar lo que tiene. Intentar y no poder es tremendo.

-¿Le afecta lo que le dicen en la plaza?
-Claro que me afecta, pero yo nunca me he encarado, porque cuanto más chilla una persona menos sabe. Pero a mí me hacen mucho daño esas tardes malas. Luego me voy rehaciendo, en tres o cuatro día, y al final me vengo otra vez arriba. Por fortuna soy de carácter fuerte y tengo capacidad de olvido.

-¿Cómo encaja que le estén recordando constantemente la retirada?
-Lo aguanto, pero, mire, a mí la gente no me va a echar de los toros, ni las tardes malas, porque yo sé lo que busco y lo que tengo. A mí me va a retirar un toro bueno, que yo lo vea bueno, y no sea capaz de hacerle lo que siento por falta de facultades. Ése es el toro que me va a echar a mi casa.

-¿Qué pasará el día siguiente?
-Ese día sentiré un gran vacío, porque me he dedicado toda la vida a esto y no sé hacer otra cosa, pero soy consciente de que todo se acaba y que aquí eterno hay muy poco.

-¿En qué piensa cuando no piensa en los toros?
-Pienso mucho en la velocidad con la que vivimos. Esto es tremendo. Todos andan de cabeza porque hay puesta una trampa en el mundo, que es la velocidad. El que caiga en ella ya no se escapa.

-¿Usted consigue librarse?
-Bueno, a veces no. A mí siempre me ha gustado torear muy poco porque no me gusta la velocidad, esto de hoy aquí y mañana allí. Para tener el equilibrio creo que hay que ir despacio por la vida, que no hay necesidad de tener prisa. Lo que pasa es que a veces me pillan, como este año, y me tienen de un lado para otros con premios y homenajes. A mí eso me fatiga mucho, me pongo más nervioso con la gente que con los toros.

-¿Cuál es su mundo?
-Yo soy una persona solitaria y muy individualista. Soy de poquita gente, escucho mucho flamenco y me gusta echar mis partiditas de dominó con unos amigos que tengo en Triana, que son toreros retirados, fruteros, gente sencilla que no me habla de toros. Es la gente que yo voy buscando.


"A ESTAS ALTURAS ME PREOCUPA MORIR SIN MUCHAS GOTERAS. QUISIERA UNA VEJEZ FELIZ"

-¿Qué le preocupa?
-A estas alturas de mi vida me preocupa morir sin muchas goteras. Quisiera tener una vejez feliz, porque al final el cuerpo te pasa factura y terminas mal. Eso es muy triste. También quisiera que cuando esté viejo la familia ande a mi lado. Me da mucha pena cuando me entero de esa gente que manda a los viejos a los centros esos porque dicen que les dan mucha lata.

-¿Echa de menos la juventud?
-Hombre, yo me encuentro joven todavía, no sé como decirle...

-Perdón. Me refiero a la juventud del carnet de identidad, la de los 25 años.
-La verdad es que no. Esto se me ha pasado tan fugaz...De verdad, a veces me quedo pensando y me parece que fue ayer cuando toreé por primera vez. ¿Ve? Eso me da mucha tristeza también, pensar que han sido muchos años pero todo ha pasado tan rápido.

-¿Le gusta recordar aquellas tardes?
-Supongo que me gustará más cuando me retire. La gente me lo dice mucho: "Coño, Curro, tú que ahora tienes todo lo que necesitas, ¿Por qué no te retiras ya y te dedicas a vivir?" Bueno, a lo mejor es que no lo tengo todo todavía, a lo mejor es que me falta algo.

-¿Qué le falta?
-Yo soy feliz haciendo lo que hago. Está feo que lo diga, pero si no buscas la magia en lo que haces, entonces no tiene sentido que sigas. Yo sigo buscando la magia cada tarde que me pongo a torear, pero la magia sale cuando quiere.

-Pasado mañana es el año 2000. ¿Le estimula esa fecha?
-Es verdad, ya está ahí. Recuerdo que hace nada me decía el empresario de la Maestranza de Sevilla: "Oye, Curro, que faltan siete años para la Expo'92, ¿tú estarás en condiciones de torear?" Y yo le respondía: "No sé, vamos a ver cómo llegamos". Fíjese, pasó volando y ya me están diciendo que si toreo en el 2000. Yo cuando me vienen con eso de los años siempre contesto lo mismo: "Sobre la marcha, que yo piendo estar mientras el cuerpo aguante".


"ME GUSTARÍA HABER LEÍDO. NO TUVE OCASIÓN DE ESTUDIAR. ESO SÍ LO ECHO DE MENOS"

-Cuando mira atrás, ¿echa de menos algo en su vida?
-Me gustaría haber leído. Yo soy torero de la nada, no como ahora, que hay muchos que se meten a matadores con una situación muy tranquila, pero en aqellos años mi fatiga era salir adelante como torero para poder defenderme en la vida. Había que hacer algo y yo vi que valía para torero y no tuve después la ocasión de estudiar. Ahora cojo un libro y no me centro, porque tengo el toro metido en la cabeza y en seguida me despista. ¿Ve?, eso sí que lo echo de menos en mi vida, haber conocido otras cosas y haberme preparado mejor. Pero, bueno, el libro de la vida es el que más te enseña y es el que yo he estado leyendo todos estos años.

-¿De verdad que tanto le absorbe a usted el toro?
-Constantemente. Es el que el instinto de conservación es muy fuerte, y soy muy consciente de que uno de esos toros me puede quitar la vida. Esa pelea la llevo constantemente conmigo. Yo no soy un loco, pero mire, si ése es mi destino, será mi destino. Contra eso no se puede luchar.




Esta entrevista fue realizada por Juan Fernández, siendo las fotografías de Jorge Represa. Apareció publicada en el número 227 del Dominical -26 de Julio de 1998-. Nuestro más sincero agradecimiento a El Periódico de Catalunya por habernos mandado un ejemplar para su divulgación en Curro Romero, un torero con dominio...


Curro Romero preparado para el paseíllo







































































































































































































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