Domingo, 4 de julio de 1999

A continuación transcribimos la crónica de la corrida celebrada ayer en Burgos - Iñigo Crespo, Diario El Mundo -.

CURRO ROMERO, 25 AÑOS DESPUÉS

JUAN PEDRO DOMECQ/ Curro Romero, Enrique Ponce y Rivera Ordóñez.
Ganadería: seis toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y de juego. El mejor el segundo; el sexto, sobrero parado y gordo.

Curro Romero: oreja y vuelta tras petición.

Enrique Ponce: saludos tras aviso y dos orejas tras aviso.

Rivera Ordóñez: silencio y saludos.

Incidencias: tres cuartos de plaza.


IÑIGO CRESPO

BURGOS.- Concluyó la feria de San Pedro en loor de multitud. Una feria pobre en el aspecto ganadero, si se exceptúan las dos últimas corridas. Este encierro de Juan Pedro Domecq no fue como para echar cohetes, pero se dejó hacer sin molestar mucho y posibilitó la diversión del público.

Hacía 25 años que Curro Romero no pisaba Burgos. La expectación por verle se presentía en el ambiente. Y Curro no defraudó. Como aperitivo, de entrada, Curro dibujó unos lances de infinita torería y con su muletilla embelesó con una faena deliciosa, dulce y muy medida. Faena de sentimiento, con mucho temple. Un pinchazo y una estocada pusieron la firma a una bonita ilusión. Oreja bendita.

Con el cuarto, salió Curro muy dispuesto. Su faena fue corta, igual que el toro, pero volvió a hacer soñar El Faraón. Una estocada baja le privó de otro despojo.

Enrique Ponce, con el cartel por las nubes tras el indulto del pasado viernes, completó una tarde muy importante. Dos toros, dos faenas. Correcto, limpio y estético en su primero; un toro con clase, algo flojito. El de Chiva le dio mucho sitio, mucho espacio y mucho temple. Por la espada perdió el trofeo.

Con el quinto, Ponce dio una dimensión enorme. Cuajó a un toro noble de embestida incierta al que toreó con plasticidad y magisterio. Le dio fiesta por los dos lados sin dejarse tropezar los engaños. Tandas bellas de mucha entrega y profundidad. El final de la faena fue de entrega, de casta. Lo mató de una estocada que le hace ser el gran triunfador del abono.

Rivera Ordóñez sólo pudo mostrarse correcto con su flojísimo primero. Era un toro muy soso al que debió haber alegrado el torero.

Con el segundo de su lote se mostró valiente, profesional y muy por encima de su enemigo. Sacó al toro lo poco lucido que tenía. Lo mató de un pinchazo y una estocada por arriba y el público le obligó a saludar.

Un torero con dominio...

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