ANTONIO GARCÍA BARBEITO
Currofoto


Hace unos años, para ver a Curro por Sevilla había que irse en Resurreccióna la calle Iris y esperar a que bajara del coche-cuadrilla. Nadie, que sepamos, se encontraba a Curro por Sevilla como nos encontrábamos, de tarde en tarde, con otros toreros. Una entrevista con Curro, en la prensa, costaba meses de llamadas a Antonio Torres. Y Curro, poca cosa. En la radio, ni pío, y menos en la televisión.Curro era ese paño camero que se vendía como ningún otro bien guardado en el arca sevillana de la ausencia, del no aparecer más que por la puerta principal a la horita del paseíllo. Fuera de La Maestranza, Curro no existía más que por cuatro íntimos. Pero nunca una fotografía, nunca en un acto en el que todos pudieran decir que habían estado con él.Curro, que, como bien dice mi tocayo Burgos, conoce bien Sevilla, se guardaba, se tapaba en el burladero en la discreción para que no lo corneara el torito público que se ensaña con la fama en cuanto ésta asoma más de la cuenta.Curroera un torero. Su imagen era la de un hombre vestido de luces. De paisano, ya digo: los íntimos. Y así alimentó el mito, así se libró del desgaste tan real, que también apunta Burgos, de que dijéramos: "¿Curro? Sí, hombre: tomo café con él todos los días".

¿Qué bicho le ha picado a Curro pasados sus sesenta para que, de golpe a porrazo, haya corrido las cortinas de su íntima escena y sea hoy el destapado a todas horas? ¿Quién le ha aconsejado ese marquétin a quien no le conocíamos ni la voz? Curro, de ser el mito que nadie había visto nunca más que en los ruedos o en los reportajes de una corrida, ha pasado a ser Curro-presencia: Curro, en el callejón de la plaza, tras matar al toro, hablando para una cadena televisiva. Curro en una entrevista televisada, a solas con el periodista, aceptando primeros planos. Curro en la grada de un campo de fútbol, un domingo y otro, aplaudiendo, dejándose ver. Curro en el banquillo chupacámaras del partido contra la droga. Curro haciendo un saque de honor en el césped, él, tan hecho al albero...¡Todavía, tocayo Burgos, que estuviera en la presentación gaditana de tu Mirando al mar soñé, bien, pero es que Curro está ya a un paso de un chufla que niego a nombrar: metiendo la cabeza en todos los carretes y todas las cámaras con tal de salir.
Antonio García Barbeito
El Zaguán, 15/01/98
El Correo de Andalucía



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