ANTONIO GARCÍA BARBEITO
Cachondeo


Los que llevan años asistiendo a las corridas de toros en las que él interviene, de Curro conocen los dos extremos: el que los lleva al delirio o a la bronca. Curro es así, jamás división de opiniones. En Curro, las opiniones están siempre de un solo bando, para bueno o para malo.

Una tarde de hace varias temporadas, y por el respeto que me merece más que por ninguna otra cosa, le escribí pidiéndole que se fuera. Aquella tarde no hubo ni delirio ni callejones de huida, ni romero que florece en las solapas ni almohadillas que vuelan bajo como vencejos de atardecida. Aquella tarde la plaza, la Maestranza, se reía de Curro, lo convertía en payaso del drama. La edad y las "condiciones" del toro no perdonaron, como no perdonan ni perdonarán nunca. Aquella tarde Curro me dio pena.

El otro día cuando Felipe salió a los medios del estado de la Nación, me recordó a Curro. A Felipe lo hemos visto salir a hombros por la del Príncipe de la Oratoria, y también lo hemos visto irse por los callejones, a almohadillazos limpios, cuando se negó a matar algún que otro torito que salía peligrosamente del chiquero del partido. Lo que no habíamos visto nunca era un cachondeo al oír sus palabras.

Felipe, en la tribuna, era un vendedor de elixir falso que ha sido pillado en su fraude mientras preparaba el potingue de su negocio. Y me dio pena. Pena porque a las risas, a la guasa de aquella mañana, que coreaban con risas cada palabra suya, ha seguido el chiste callejero que tiene como personajes a Rubio, a Roldán y al propio Felipe (los malos piensan que detrás de todo esto está Guerra, Alfonso, cobrándose lo que le hicieron con su hermano Juan hace cuatro años). Si el tendido español, ante la faena de algunos altos cargos socialistas es incapaz ya de levantar una bronca o liarse a almohadillazos, estamos en la hora en punto de irse, aunque sea sin honor, por donde se vino.

En Curro es la edad (la suya y la del toro), y en Felipe es el "espectáculo" de algunos de su cuadrilla. Y el de él, que no sale de una vez a matar ese toro para quienes todos piden pañuelo verde...
Antonio García Barbeito
El Zaguán, 1994
El Correo de Andalucía



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