Lunes, 15 de Diciembre de 1997
Curro Romero es distinguido con el V Junco de Oro, prestigiosa insignia que anualmente concede la Asociación Cultural Los Juncales, con sede en Jerez de la Frontera.


A favor de querencia


No hay fin de semana en la ciudad de los gitanos, como bien la llamó Federico García Lorca, donde el flamenco en toda su pureza original no centre la atención cultural de la comarca. Mas el pasado reunía ingredientes más que suficientes como para que funcionara la reventa de las invitaciones: el maestro Curro Romero recibía el V Junco de Oro, prestigiosa insignia que anualmente concede la Asociación Cultural Los Juncales.
La bodega Los Claustros, de Domecq, registraba la noche del sábado un lleno absoluto. Flamencos del más recio abolengo lucían sus mejores galas para rendir tributo al legatorio de los duendes tauromáquicos, maestro que en los prolegómenos mostraba el rictus de la felicidad al conocer el triunfo del Real Betis. Y es que "ya está imparable, ahora sí que nos salimos".
Al principio fue la introducción del periodista Pepe Marín, en corto y por derecho, conocedor de la secuenciación de la lidia. Y tras él, el poeta José Luis Zarzana, todo un prodigio del florilegio versificado que exaltó a la Navidad con la misma pasión acompasada que aquel Pepillo en el recuerdo imborrable de la memoria jerezana.
La mejor faena correspondería, obviamente a Curro Romero. Tras colocarle Juan de la Chicharrona, el hijo de aquella indescriptible bailaora, el Junco de Oro en la solapa, el gran maestro sevillano se abrió de capa:"no soy amigo de los homenajes pero el toreo y el flamenco son cosas muy serias y no tenía más remedio que estar en Jerez, a donde vengo a favor de querencia".
Las palmas por bulerías atronaron con la armonía y la justeza que les son propias a la cuna del cante, expresión que alcanzó su magnitud flamenca merced a Vicente Soto, quien, secundado perfectamente por la joven guitarra de Diego del Morao, hizo temblar las paredes de Los Claustros con el rigor expresivo de las cantiñas, soleares y bulerías.
Y a partir de ahí el alboroto de arte sin igual en la calle Nueva, la misma que conserva el hechizo del general Fernando Terremoto, donde dos centenares de cabales rendían hasta las claritas del día el mejor de los homenajes al maestro Curro: el cante y baile por bulerías.
Curro Romero, tan amante como buen conocedor de lo jondo, sabía que estaba en la Meca del mejor compás y ni tan siquiera le importó que se le parara el reloj. La Paquera de Jerez, Luis de la Pica, Fernando de la Morena, El Mono, Manuel Moneo, Vicente Soto, El Pele, Antonio el Pipa, Curro de la Joaquina, Diego de la Margara, Enrique Soto, La Chiqui, Macarena de Jerez, que ya va para figura grande, El Barullo y sus hermanas o esos palmeros de lujo que son Chicarito y Rafael Moreno, conformaron un cartel improvisado que quedará en la memoria del buen gusto por el arte.
El patriarca del cante jerezano Manuel Soto Monje, Sordera, estaba henchido de satisfacción y como manifestó a este periódico: "Jerez tiene el arte pero también sabe reconocerlo, y Curro parece que se ha criado aquí con nosotros en el barrio Santiago".
Manuel Martín Martín
Contraportada, 15/12/97
Diario 16



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